Para ser feliz… ¡Hay que casarse! …y si no te casas…
¡Saludos! Vivimos nuestras vidas condicionados a la información que tenemos o nos dan de ella. Se nos dice por ejemplo que para ser feliz hay que casarse, que para ser alguien hay que tener un título, que con dinero podemos tenerlo todo, que no es bueno estar solo, que esto está bien y aquello mal, que esto es posible y aquello imposible, etc, etc, etc.
El siguiente relato que comparto con ustedes es verídico, y sucedió en África.
Seis mineros trabajaban en un túnel muy profundo. De repente un derrumbe los dejó aislados del exterior sellando la salida. En silencio cada uno miró a los demás. Con su experiencia se dieron cuenta de que el problema sería el oxígeno. Si hacían todo bien les quedaba unas tres horas de aire, cuanto mucho tres horas y media.
Mucha gente de afuera sabía que estaban allí atrapados, pero un derrumbe como ese significaba horadar otra vez la mina, ¿podrían hacerlo antes de que se terminase el aire? Los mineros decidieron que debían ahorrar todo el oxígeno que pudieran. Acordaron hacer el menor esfuerzo físico, apagaron las lámparas que llevaban y se tendieron en silencio en el suelo.
Era difícil calcular el tiempo que pasaba… Casualmente uno de ellos tenía un reloj. Hacia él iban dirigidas todas las preguntas ¿cuánto tiempo ha pasado? ¿cuánto falta? ¿y ahora? El tiempo se estiraba, cada minuto parecía una hora y la desesperación agravaba más la tensión.
El capataz se dio cuenta que si seguían así, la ansiedad les haría respirar más rápidamente y esto los podía matar. Ordenó al que tenía el reloj que sólo él controlara el paso del tiempo y avisara cada media hora. Cumpliendo la orden, a la primera media hora dijo:
– Ha pasado media hora.
Hubo un murmullo entre ellos y una tensa angustia se sentía en el aire. El hombre del reloj se dio cuenta de que a medida que pasaba el tiempo, iba a ser cada vez más terrible comunicarles que el minuto final se acercaba. Sin consultar a nadie decidió que ellos no merecían morir sufriendo. Así que la próxima vez que les informó la media hora correspondiente, en realidad habían pasado 45 minutos. No había manera de notar la diferencia. Apoyado en el éxito del engaño, la tercera información la dio casi una hora después… así siguió el del reloj, cada hora completa les informaba que había pasado media hora.
La cuadrilla apuraba la tarea de rescate, sabían en qué cámara estaban atrapados y que sería difícil poder llegar antes de cuatro horas. Llegaron a las cuatro horas y media. Lo más probable era encontrar a los seis mineros muertos. Encontraron vivos a cinco de ellos.
Solamente uno había muerto de asfixia… el que tenía el reloj.
Queridos amigos, el tipo de vida que vivimos es el resultado de las creencias condicionantes con las que estamos programados. Recordá que lo que crees que va a pasar en tu vida, seguramente terminará pasando. Esta es la fuerza que tienen las creencias en nuestras vidas.